jueves, 7 de noviembre de 2013

Soy huesos desarticulados y astillados.
Mi piel sea grieta aún con los rayos de la luna,
los besos de las hojas se entristecen al tocarme
y no puedo siquiera devolverles ese gesto amable.

Mis costumbres se derriten, se escurren fuera de mí,
mi saber, mi sapiencia, nada es suficiente.
En mi desnudez rígida, dolorosa y polvorienta
no queda ni un regusto de lo que era el calor,
ningún tono es el adecuado,
las notas y las letras pelean hasta matarse.

Esta tormenta de plegarias y llanto
no puede encontrar la forma perfecta para destruirse.
Sólo llora, se vacía, se congela y luego se incendia.
Se retuercen mil tuercas girando en el estómago
y trituran la carne; la pulpa, la masa.
Esto es heridas y abismo.
Oscuridad y sangre. Decadencia.
¿Cuando se acaba? El final de esta inmersión en cloro.
Sólo necesito articulaciones y músculos.
Necesito dormir, necesito descansar.
Necesito verte para cubrir con fuego este océano.
Los colores palidecieron y ya no saben cómo decidir.
Infestado con ignorancia y torpeza
es imposible respirar sin percibir el agotamiento.
Estoy muy cansado.
Estoy muy liviano.
Se suponía que los fantasmas no sienten.


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