No soy las hojas ni tampoco el tronco, no soy las espinas, no soy el fruto ni mucho menos la flor.
La raíz. Cruda, extraña, no se deja ver pero es necesaria.
Enterrada en la oscuridad de la tierra, buscando el mejor sitio, hondo en lo desconocido, la mejor tierra que pueda fundar un hogar, que sea fortaleza, el sostén de la vida para aquello que el Sol deba acariciar.
La raíz, satisfecha, observa desde adentro la belleza de su esfuerzo que se convierte en árbol, planta, esperanza, vida, hogar.
La raíz no es mala por ser solitaria. No necesita que la miren ni que la aprecien, tampoco que se preocupen por ser retorcida, tampoco puede ser tocada y lo peor es que la expongan, fuera de su hogar.
Necesita espacio, de otra froma, lo que es todo se muere.
miércoles, 5 de agosto de 2015
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